Si estuviéramos entre los que subieron a Jerusalén en los tiempos pasados, hubiéramos cantado de nuestras angustias y aflicciones en el Sal 122. Hubiéramos cantado de nuestro socorro en el Señor en el Sal 121; de nuestra alegría en congregarnos en el templo; y de las misericordias del Señor en los Sa 123 y 124.
En todo nuestro dolor y tristeza, en nuestro gozo y alegría confesamos que nuestro socorro siempre está en el nombre del Señor. A lado de los fieles en el Señor hubiéramos sido conscientes que los figuras de que cantábamos expresaban realidades espirituales.
Pues, el Salmo 125 es como los Salmos anteriors. Está lleno de figuras que expresan realidades espirituales. Los que confían en Dios son comparados al monte de Sion, v.1.2. Los montes alrededor de Jerusalén son comparados a Dios alrededor de su pueblo, v.2. Juntos estas comparaciones dan el cuadro de la seguridad y esperanza.
Luego vemos una figura en el v.3 que puede ser más difícil entender. Obviamente la primera palabra en el v.3 marca una nueva división en el Salmo. La palabra “porque” indica una razón por lo que dice los versículos 1-2. Luego tenemos las figuras de “la vara de la impiedad” y de “la heredad de los justos.”
La “vara de la impiedad” refiere al cetro de las naciones paganas que gobernaban sobre “la heredad de los justos,” es decir la tierra de Canaan desde antes de la cautividad: Asiria, Babilonia, Persia, Grecia, y luego los Romanos gobernaban Canaan a lo largo de la historia de Israel. Es precisamente el cuadro de la opresión de los justos por los poderes de impiedad que forma parte del centro del Salmo 125 que provoca una reflexión.
La realidad es que los que confían en Dios sufren el mal igual como los que no confían en Dios. La iglesia vive en el mismo mundo que los que no creen en Dios, y a veces Dios permite que sus hijos sufren la aflicción, la tristeza, la escasez, y mucho más que estos como los que niegan a creer sufren. Incluso Dios a veces le permite que la iglesia sufren más que ellos.
Por ejemplo el Sal 123.4 dice, «Hastiada está nuestra alma Del escarnio de los que están en holgura, Y del menosprecio de los soberbios.» o Zac 1.11-12 que dice, «Y ellos hablaron a aquel ángel de Yahvé que estaba entre los mirtos, y dijeron: Hemos recorrido la tierra, y he aquí toda la tierra está reposada y quieta. Respondió el ángel de Yahvé y dijo: Oh Yahvé de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás piedad de Jerusalén, y de las ciudades de Judá, con las cuales has estado airado por espacio de setenta años?»
Así que, ¿qué ventaja hay en confiar en Dios? Pues, el Salmo 125 nos da la respuesta. El Salmo 125 nos fortalece en la esperanza cuando la noche dura y tarda el amanecer. El Salmo 125 llama nuestra atención a dos temas: 1) la providencia de Dios; es decir su soberanía, 2) y el recuerdo de que Dios hace una diferencia entre su hijos y los incrédulos para fortalecer a su pueblo en la esperanza y la adoración de su nombre.
La estructura del Salmo destaca el tema central de la seguridad.
A1 La seguridad de los justos; asegurado por el Señor, vv.1-2
B1 La promesa que afirmar la seguridad de los justos, v.3
B2 La suplica de los justos afirma su seguridad , v.4
A2 La seguridad de los justos; asegurado por el destinos de los perversos, v.5
Los peregrinos, al comenzar su camino a Jerusalén para subir al templo, ya había cantado de los montes que podían ver alrededor de Jerusalén en el Salmo 121.1. Los montes eran donde los hombres edificaron los lugares altos. Estos lugares altos eran altares donde sacrificaron a dioses extraños; a Baal y los dioses de las naciones. A lo mejor los montes presentaban una alternativa para los peregrinos que subieron a Jerusalén para adorar al Señor. Pero el justo respondía antes tales alternativas así en Sal 121.2, «Mi socorro viene de Yahvé, Que hizo los cielos y la tierra.»
Ahora, en Sal 125 los montes alrededor de Jerusalén crean un cuadro diferente que los montes mencionados en el Sal 121. Ahora crean el cuadro de seguridad en el corazón del peregrino en su camino a adorar al Señor en Jerusalén. El monte de Sion, que es el monte del templo, tenían montes alrededor de el. Y estos montes llevaban al peregrino a recordar que “Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así Yahvé está alrededor de su pueblo.”
Los comentaristas dan la posibilidad de que el Salmo 125 fue escrito durante o incluso después de la cautividad en Babilonia. Así que aunque los que salieron de Babilonia habían sufrido mucho, y aunque habían sido expuestos a los mismos peligros que los impíos mientras que vivían en el mundo, cantaban de la fuerte baluarte de Dios que les rodeaba.
Recordamos el Sal 124.1-3 que dice, «A no haber estado Yahvé por nosotros, Diga ahora Israel; A no haber estado Yahvé por nosotros, Cuando se levantaron contra nosotros los hombres, Vivos nos habrían tragado entonces, Cuando se encendió su furor contra nosotros.» Eran también conscientes de sus debilidades, por ejemplo el Sal 125.3 dice, «Porque no reposará la vara de la impiedad sobre la heredad de los justos; No sea que extiendan los justos sus manos a la iniquidad.»
El recuerdo de su fragilidad les ayudaba fortalecer su corazón para adorar al Señor, y no les impidió. No nos impide tampoco porque como los peregrinos que salieron de la cautividad, tenemos el mismo Señor como un fuerte baluarte; una defensa segura contra el enemigo. El recuerdo del destino de los que se apartan tras sus perversidades les aseguraba también en la seguridad del protección del Señor y les ayudaban a adorar a Dios, (véase el v.5).
Los Apóstoles también recordaban a la iglesia del destino de los impíos para fortalecer a la iglesia en la seguridad de su rescate y salvación (véase 2 Tes 1.3-10). Así que el recuerdo del cuidado particular del Señor en medio de las aflicciones y el recuerdo del destino de los que niegan a Dios nos fortalece en la fe y nos ayuda adorar al Señor y Salvador Jesucristo.
Vemos el mismo contraste entre los justos y los impíos en el Sal 1.5-6. 1 Co 1.2 describe a la iglesia como los que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo. En Sal 125.1 estos santos son comparados al Monte de Sion. Enfatiza la seguridad que tienen en el Señor. “Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así Yahvé está alrededor de su pueblo.”
Aunque los santos viven a lado de los que niegan a Cristo y a veces sufren igual que ellos, su seguridad es asegurada bajo el fuerte baluarte de Dios. Cuando dice, “desde ahora y para siempre,” destacan que Dios asegura la seguridad de su iglesia eternamente y para siempre. No existe un solo instante en que Dios no está alrededor de su pueblo. En medio de un mundo caído y lleno de peligros, Dios es poderoso para proteger a sus hijos sin caída (Jud 24-25).
Dios es nuestro fuerte defensor en medio de las diversas pruebas de la vida. Hay otro contraste entre los vv.1-2 y el v.5 que ayuda fortalecer el corazón. El v.1 dice, “Los que confían en Yahvé son como el Monte de Sion. Y el v.5 dice, “Mas a los que se aparten tras sus perversidades, Yahvé llevará con los que hace iniquidad.» Pues, vemos la importancia de la fe.
Sin embargo, ¿Cómo podemos asegurarnos que no vamos a ser como los que se apartan tras sus perversidades? Las Escrituras son bastante claras que la fe del creyente no es un resultado de un esfuerzo de la voluntad ni de la mente. Como somos de carne, nuestra voluntad y nuestra mente tienen que recibir alguna influencia para que creamos o para que se apartemos del Señor.
La oración de Agustín de Hippo: Manda y ordena lo que quieras lo dice así … «Señor, tú que nos diste el que te encontráramos y el ánimo para seguir buscándote, no nos abandones al cansancio ni a la desesperanza. Haznos buscarte siempre y cada vez con más ardor. Y danos fuerzas para adelantar en la búsqueda. Manda y ordena lo que quieras, pero limpia mis oídos para que escuchen tu voz. Sana y abre mis ojos para que descubran tus indicaciones. Aparta de mí toda ignorancia para que reconozca tus caminos. Dime a dónde debo dirigir la mirada para verte a ti, y así poder cumplir lo que te agrada.»
Evidentemente el Salmista también pide al Señor que mande y ordene lo que quiera en el v.4. El Apóstol Juan creía que era Jesucristo que sostiene el creyente en la fe en 1 Jn 5.18-20. En el contexto de 1 Jn, el pecado a que refiere a lo largo de su carta es el persistir en el pecado (véase 1 Jn 3.7-8, 9-10). Así que es Jesucristo que guarda el creyente de la incredulidad. Es decir, de persistir al negar al Señor en su corazón por la manera que vive, v.18. Y el mundo entero está bajo el maligno menso los que son de Dios, v.19. Dios es el que puso el creyente en su hijo Jesucristo según el v.20.
Así que, el Salmista canta de la seguridad que Dios le ha dado. Y ahora tenemos una seguridad todavía más firme en la persona Jesucristo. Así que hemos visto que la seguridad en medio de las pruebas es asegurada para el que confía en Dios y por el hecho de que Dios hace una distinción entre sus hijos y los que se aparten de Él y persiste en negarle a Él por la manera que viven.(Sal 125).
También vemos en los vv..3-4 que la promesa de Dios y la oración aseguran y fortalecen a los santos de la protección de Dios en medio de la aflicción. La promesa en el v.3 es que cuando Dios es el eterno baluarte de su pueblo, Dios se promete poner un limite al tiempo de la adversidad, para que no extienden los justos sus manos a la iniquidad, v.3b. Dios promete poner un limite a la prueba y también promete a sostener a su hijo en la prueba (véase 1 Co 10.12-13). El v.3 nos enseña también que tanto el más fuerte, el más disciplinado, el más formado en la fe como el mas débil en la fe correr el peligro de caer cuando pasan por un prueba de la fe. Los mejores hombres siguen siendo hombres.
Nadie posee en sí mismo suficiente fuerza para perseverar baja la prueba menos que el Señor le sostenga en la prueba. Gracias a Dios por 1 Tes 5.9 que dice, «Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.»
Sin embargo, por la debilidad de la carne, las promesas de Dios deben ser acompañadas con la oración, Sal 125.4. Si la promesa de Dios afirma la seguridad de los justos cuando pasan por las pruebas de la vida en el v.3, la oración según las promesas de Dios afirma la seguridad del justo según el v.4. En las Escrituras las promesas y la oración van a mano. Cuando el Apóstol Pedro quería exhortar a la iglesia en la gracia de Dios cuando estaba sufriendo por su fe en Cristo, oraba por la iglesia en 1 Ped 1.3-21.
Así que nuestra seguridad en el evangelio en medio de las pruebas es asegurada por el Señor y por el hecho de que Dios hace una distinción entre sus hijos y los que se aparten de Él y persiste en negarle a Él en la manera que viven , vv.1-2, 5. Y es asegurada también por las promesas de Dios y la oración, vv.3-4.
Gracias a Dios por ser nuestro firme baluarte.
Este es las buenas nuevas que la nueva iniciativa de la iglesia protestante en El Ensanche de Vallecas anuncia a todo hombre y mujer; niño y niña. El mensaje que Jesucristo es el Hijo de Dios que vino para identificarse con los que le aman y para dar su vida en rescate de muchos.